martes, 31 de marzo de 2015

Tañendo flautas medievales






La flautista de Santa Clara de Murcia




 En un trozo de yeso

no mayor que mi mano,

la muchacha almorávide,

con rubor de carmín que enciende sus mejillas,

apartada del tiempo,

toca siempre el mizmar,

una pequeña flauta

atada a un cordel rojo,

apenas sostenida

por las gráciles líneas

que dibujan su mano.

Tan leve es su presencia

que basta con mirarla para oír

la más sinuosa y dulce de las músicas.

Y en la asombrada viveza de los ojos

vimos un brillo azul que aún guarda su mirada.


                                                                              Juan Peña. 5-7-08

                                                                     
Una cara de ojos grandes y almendrados, nariz y dos manchas redondas de color en las mejillas, un cuello, un hombro derecho y una mano izquierda que sujeta delicadamente un mizmar y la túnica rojiza de manga corta con pliegues representados mediante trazos más oscuros, corresponden a la mujer música de mirada viva que adornaba junto a vegetales, motivos geométricos y figuras, las adarajas de la cúpula de mocárabes del palacio de Ibn Mardanish en la taifa de Murcia, en el tercer cuarto del siglo XII  (1147-1172). 
Sobre  estuco y pintado  al temple apareció incompleto este personaje femenino, en el transcurso de la excavación arqueológica  realizada en 1985 en el antiguo refectorio del monasterio de Santa Clara la Real de Murcia, en el que había devenido, como en tantos otros lugares, el antiguo palacio real. Evidentemente la iconoclastia no debía, entonces, afectar al aderezo de la arquitectura civil.
El tubo cilíndrico con lengueta que porta la mujer contaría, en la parte desaparecida, con una serie de perforaciones, y se remataría con una campana cónica y un cordel o cadena sujeto  al disco de la boquilla. El Mizmar, también llamado Zamr era uno de los instrumentos mas utilizados en la época, conformando junto a otros aerófonos y el láud , el grupo mas reconocido en las fiestas palaciegas y de corte.


En la segunda mitad del siglo XIII el mizmar se representa de este modo en las Cantigas de Alfonso X el Sabio. 

De unos años después, con una datación en 1195, el año de la famosa batalla, y de nuevo a través del trabajo arqueológico, es la flauta de hueso completa hallada en Alarcos, que había sido realizada sobre el hueso de la ulna o ala de un buitre negro. La flauta se encontró en el interior de la Alcazaba. Sus dimensiones eran de 18,70 cm de largo y un diámetro que va de 2,26 a 1,249 cm. Tenía 6 orificios circulares en su frente y uno en su cara posterior. No ha conservado su cierre o bloque, por ser probablemente de madera, y su embocadura es un orificio rectangular que nos planteaba la alternativa de ser el que requiere una flauta travesera, o bien un bisel para el caso de ser del tipo de la flauta dulce. Eduardo Paniagua propone que se trata de una flauta travesera o pífano, del entorno de los juglares y pastores cristianos del siglo XII, también llamadas Axabebas.




Flauta de hueso de ala de buitre de  Alarcos. Reproducida por Miguel Casado en su taller de Bustarviejo (Madrid) 





Traveseras o Ajabebas en las Cantigas.


Flautas parecidas, realizadas en huesos de aves han sido halladas en el transcurso de trabajos similares en contextos arqueológicos medievales ingleses. Sobre huesos de ala de  cisne, ganso y cigüeña, pero también de huesos de carnero, desde Norwich a Canterbury, Salisbury, Southampton y Londres, se caracterizan por tener bisel y de tres a cuatro agujeros, por lo que es posible que se trate de la parte aerófona de un conjunto para acompañar con tamboril, máxime cuando algunas de aquellas tienen un desgaste ostensible en la zona baja trasera, donde apoya firme el pulgar, siendo todas ellas piezas se datadas entre los siglos XII y XIV.

 

De izquierda a derecha: Flauta de hueso de cisne de norwich, flauta de hueso de cigüeña de Canterbury, flauta de hueso de ganso de Southampton, flauta de hueso de carnero de Salisbury, flauta de hueso de ciervo de Winchester, flauta de hueso de carnero de Keynsham Abbey, flauta de hueso de Londres.



Escena de flauta y tamboril en las Cantigas de Alfonso X el Sabio,segunda mitad del siglo XIII.


Las flautas realizadas sobre huesos de aves y mamíferos han sido fabricadas por el hombre desde el 45.000,  a finales del periodo conocido como Paleolítico Medio y siguen fabricándose en la actualidad, constituyendo una de las manifestaciones musicales mas antiguas y constantes a lo largo de la historia de la Humanidad.



Museo del Ermitage. Flauta sobre hueso largo de ave de humedal, de cuatro orificios y decorada. Fabricada durante la Cultura de la Cerámica de Bandas en el periodo neolítico. Alto Volga. Dubokray V. Región de Pskov. V milenio a. C. Hueso.



Flautas actuales  de hueso de ala de buitre. Foto I. Navarro





¡Feliz  Semana!








Fuentes:

Leaf, Helen;  2005: Flautas medievales de hueso en Inglaterra. Txistulari, nº 203

López Rúiz, Alfonso; Santa Clara la Real de Murcia. Un ejemplo de musealización de dos tipos de Patrimonio bien diferenciado: el arqueológico y el religoso.
Actas do Pimer Seminario de InvestigaÇao em paises de lingua portuguesa e espanhola. Vol. 3; 36-45.

Paniagua, Eduardo; 2008: La flauta de hueso de Alarcos






martes, 17 de marzo de 2015

Kassia de Bizancio




De rabiosa actualidad, por desgracia, la destrucción de imágenes ha sido una realidad en diferentes momentos de la Historia. En el siglo VIII, la prohibición absoluta de realizar nuevas representaciones en todo el territorio del Imperio, castigando a quienes osaban contradecir esa tradición clásica con terribles amputaciones, iba acompañada de la destrucción de un número altísimo de los iconos existentes y el blanqueado de frescos y mosaicos, constituyendo uno mas de los episodios de destrucción del Patrimonio Cultural en la historia de la Humanidad.
A este conflicto se le conoce como la crisis iconoclasta desarrollándose entre el año 714, con la destrucción de la imagen de Cristo por el emperador León III y el 843, en el que definitivamente se supera el iconoclasmo.
Es en estos últimos compases, durante la primera mitad del siglo IX, unos 200 años antes de que viviera y creara la monja Hildegard, cuando otra mujer noble, culta y libre escribe, compone, funda un convento, defiende el papel de la mujer y se enfrenta al propio emperador. 
Kassia había nacido en la capital imperial, Constantinopla, en el año 810, en el seno de una familia aristocrática de la corte; su privilegiada posición  le permitió acceder a una educación exquisita basada en el estudio de la Grecia Clásica. Mantuvo a lo largo de los años su postura de defensa de las imágenes y la protección de otros iconódulos, valiéndole esta defensa disgustos, altercados y algún exilio, junto al monje Teodoro  del monasterio de Studion, uno de los centros de la vida espiritual e intelectual de la ciudad y del Imperio Bizantino.



Teodoro Estudita en un mosaico del siglo XI del Monasterio de Néa Moní, Quíos


Vista del Monasterio de Studion  en una miniatura bizantina del siglo XI que representa también la Propóntide.


No habría sido nada difícil permanecer callada siendo mujer pero Kassia tenía tan clara la necesidad de defender las imágenes como símbolos de realidades espirituales, como de apoyar a quienes lo defendían y mantener su libertad y cultura. 
Poca, o ninguna, gracia debía hacerle hallarse entre las aspirantes a contraer matrimonio imperial pues fué precisamente su postura iconódula, frente a los iconoclastas, a cuya cabeza se hallaba el emperador, lo que le había valido el exilio y la humillación ya en la adolescencia. Ahora aguardaba, junto a otras doncellas del Imperio, a que Teófilo eligiera  a su futura esposa. 
Probablemente fuera la belleza la baza que se jugaba en la convocatoria, pero la impertinencia del comentario del basileus sobre que la mujer constituía el origen de todos los males desde Eva, hizo saltar como un resorte a aquella cortesana culta atribuyéndosele la frase: Antes que al hombre más grande del mundo, prefiero a la mujer más grande que ha nacido, ante lo que Teófilo, que pareció no entender que se refería a la Virgen María, eligió, frente a la ingeniosa y preparada Kassia,  a la bella Teodosia.
Resultó que la Kassia era demasiado inteligente para llegar a ser emperatriz de Bizancio.




Teófilo según la Crónica de Juan Skylitzes                             Aúreo del Basileo Teófilo



Teófilo gozaba de las influencias culturales que irradiaba la corte califal de Bagdad con quien mantenía excelentes relaciones. En la imagen, miniatura en la que el Califa al-Mamun envía un emisario a emperador bizantino Teófilo.


Tras los años de vida cortesana y su enfrentamiento abierto con Teófilo,  en el año 843, Kassia decidió abandonar la corte retirándose a vivir a un convento que ella misma fundó en el barrio de Xerolophos, en el que permaneció como abadesa, dedicando su vida a la oración y a la composición, hasta su muerte en 867. Teófilo, no obstante, realizaba visitas inesperadas a este lugar. 
Entre sus muros la monja escribía poemas litúrgicos que ella dotaba de música, siendo la primera compositora  bizantina de la que existe constancia. 
Mujeres fueron las principales intérpretes y también las dedicatarias de sus piezas, contando junto a su magnífico y original himno a María Magdalena, Santa Eudoxia la Samaritana, Santa María Egipciaca y  Santa Natalia,  y a las mártires Bárbara,  Ágata, Cristina y Tecla. 




Existe una enorme diferencia con respecto a los himnógrafos contemporáneos, a la hora de tratar los textos y las músicas.  Una de sus muchas originalidades es el tropario o himno a María Magdalena, el único que tenemos constancia de que se haya escrito en su honor, que, aún hoy, es muy popular en Grecia pues forma parte de la liturgia de Semana Santa, cantándose la mañana del Miércoles Santo; y cuya melodía ha ido variando con el paso de los años.
Fue compuesto, como otras de sus obras, para su interpretación por las monjas de su monasterio. Su registro vocal es bastante amplio para la época, de una duodécima, con una cadencia final hacia un modo una cuarta superior, remarcada por el bordón. La música, en este caso, interpreta el texto dibujando ondas cuando se canta la palabra mar, dibujando líneas ascendentes para ilustrar el cielo e incluyendo una cadencia final extraordinaria que parece un quejido, un  grito de auxilio, pidiendo a Jesús que no la abandone.

Su extensa obra musical, que durante años otros autores se atribuyeron, consta de 50 obras litúrgicas, de los cuales 30 se siguen usando en la liturgia ortodoxa oriental y 23 son suyas sin duda alguna.

Además de piezas musicales religiosas, Kassia escribió también 261 piezas literarias, algunas de ellas de carácter profano, entre las que se cuentan poemas, epigramas y sentencias morales. A la hora de tratar las músicas, gusta de contextos sonoros arcaicos (modos protus y tetrardus).









En el siglo XX Kassia fue canonizada dentro de la ortodoxia oriental bajo el nombre griego moderno de Kassiane; su fiesta se celebra el 7 de septiembre.




A pesar de los intentos de apropiación y desautorización de su obra durante la Edad Media, su memoria no sólo no se perdió sino que llegó a ser representada (es el único caso conocido en que esto ocurra con una mujer) presidiendo la portada de un libro litúrgico o triodion editado en 1601 en Venecia.

Su obra es tan espectacular como los mosaicos bizantinos.



¡Feliz Semana!














Algunas fuentes:


Blanca Aller Nalda; 2009: Creadoras de música. Instituto de la Mujer

Josemi Lorenzo;2009: Reseña para la Quinta de Malher.
 http://www.laquintademahler.com/shop/detalle.aspx?id=40265


martes, 10 de marzo de 2015

Enheduanna de Ur




Disco de calcita hallado en la zona más secreta del templo de Nanna en Ur en el que se representa a Enheduanna.  Copyright University of Pennsylvania Museum.



Grandeza, sin miedos, sin complejos


Tal vez se deba a que la música es a nosotras lo que el aire, el agua y el cariño, que nuestra vida transcurre entre sonido y canto, que no concebimos del mismo modo las cosas sin ella, pues parece que les falta brillo y emoción. La griega musiké hace inseparable la unidad música-movimiento-palabra en su vertiente creativa y de pensamiento. Es una de aquellas  "Μοῦσαι" o " Mousai",  hijas de Nemousine- la personificación de la memoria- , protectoras de las artes y las ciencias de las que derivan las palabras museo y música. Una madre y sus hijas a la cabeza de las artes clásicas. Que en la actualidad siga siendo una mujer su protectora, Santa Cecilia, no deja de ser una curiosa señal identitaria.
El devenir milenario de la composición e interpretación musical no ha tenido un justo reconocimiento en el caso de las mujeres si lo miramos con los ojos contemporáneos y los escasos reconocimientos de su obra interfieren en el conocimiento de la realidad.
Muchas de las mujeres cuyas obras han sido recuperadas y reconocidas fueron apreciadas y respetadas en su época tanto por su posición social como por su valor en los campos del espíritu y la ciencia, ya fuera en épocas aún no mediatizadas por el paternalismo y machismo en que hemos devenido, ya fuera en otras en las que la sabiduría prevalecía sobre consideraciones de sesgo sexista.
Quiero pensar que la conservación de la memoria de las mujeres creadoras no es sino la punta de un enorme iceberg, que los descubrimientos sobre las mujeres compositoras, creadoras, imaginativas e inventoras se irán sucediendo, que son sólo algunas las visibles, siendo la base invisible muy importante y que justamente se irá reconociendo como una realidad silenciada que pronto brillará.
Encontrar en oriente el primer testimonio de la composición de poemas y cantos en estos días, tristemente famosos por la destrucción de ciudades milenarias a manos de los fanáticos terroristas del Estado Islámico, y que sea precisamente de autoría femenina me ha impulsado a dedicar unas líneas a Enheduanna de Ur. 




En Sumer las mujeres disfrutaron de derechos que no volverían a recuperar hasta el siglo XX. Eran dueñas de su dote, de las riquezas obtenidas con la misma, de la herencia de sus familias, podían testar, estudiar y trabajar sin necesidad de contar con el permiso de sus esposos.
El sumeriólogo Samuel Noah Kramer afirma que hacia el 2.400 a C. la mujer y el hombre sumerios, al menos en las clases privilegiadas, eran, social y económicamente hablando, iguales y que no fue hasta la instauración del predominio semítico cuando se inició la degradación de esta situación produciendo cambios en favor de las divinidades masculinas y los hombres.




Zigurat de Ur

Las diosas mesopotámicas eran las patronas de la escritura. Se cree, por cuestiones relacionadas con el estilo, que un 80% de los poemas sumerios conocidos fueron escritos por mujeres.



Enheduanna representada en un disco procesional de Ur. Anverso
 Ella escribió “Rey mío, algo se ha creado que nadie ha creado antes.” 



Reverso con la inscripción en la que se identifica al Enheduanna


La escritoria acadia Enheduanna de Ur, imponente, sensual y maravillosa,  vivió hacia el año 2.500 antes de Cristo y constituye la primera voz poética con nombre propio de la humanidad, es decir, que el primer autor conocido de la historia, con nombre, circunstancias personales y su propia entidad, era una mujer.



Fué hija del rey Sargón I El Grande y de la reina Tashlulutum. Como hija mayor de la familia real fue Suma Sacerdotisa del dios de la Luna, Nanna, en la ciudad-estado sumeria de Ur.  
Compuso 42 poemas o cantos dirigidos a templos de todo Sumer y Acad incluyendo Eridu, Sippar y Esnunna. Los textos de sus impresionantes composiciones llenas de libertad, sensualidad y espiritualidad se han reconstruido a partir del estudio de  37 tabletas de arcilla halladas en los complejos palaciegos y templarios de las ciudades de Ur y Nippur, la mayor parte de las cuales datan de 200 años después de su muerte, lo que nos da una idea del reconocimiento, importancia y vigencia de sus obras a lo largo del tiempo. 





Tablillas escritas hacia el año 2300 a C. con los poemas de Ebheduanna que fueron halladas en Ur y Nippur



Esta colección de poemas reconocidos en las tablillas se conoce generalmente como Los himnos de los templos sumerios y  Exaltación de Inanna, la diosa joven rebelde del panteón sumerio, o 'Nin-Me-Sar-Ra', un poema de devoción personal a la diosa Inanna. 






Inanna


La personalidad e importancia social de Enheduanna  es el exponente claro de la educación femenina en la antigua Mesopotamia, donde las reinas compusieron y encargaron componer música revelándose así, a decir de algunos investigadores, la percepción cultural de las mujeres y su papel en la sociedad antigua. Enheduanna  es la poetisa y, seguramente, compositora conocida mas temprana. Que su obra esté dedicada a reflejar, entre otras cuestiones, la vida de  una mujer libre, capaz de madurar en plenitud, de desplegar todo su poder y su talento para ser dueña de sus decisiones y de su propia vida, es un valor añadido. Su obra constituye un interesante pozo de datos de la vida cotidiana,ritual y simbólica  de la cultura acadia.
Parte de su obra despliega en mi un recuerdo innegable de otra gran obra posterior, mucho mas conocida a través de la biblia, el famoso Cantar de los Cantares, atribuido al rey Salomón, descendiente de Abraham de Ur, donde también hay un pastor/rey, una amada y sensualidad a raudales.




Suma sacerdotisa Enheduanna de Ur


“Me bañé para el toro salvaje,
Para el pastor Dumuzi,
Perfumé mis costados con ungüento,
Cubrí mi boca con ámbar de dulce olor,
Pinté mis ojos con kohl.

Él formó mi cintura con sus bellas manos,
El pastor Dumuzi llenó mi regazo con crema y leche,
Acarició mi vello púbico,
Regó mi matriz.
Puso sus manos sobre mi vulva sagrada,
Avivó mi estrecha barca con leche,
Me acarició sobre el lecho.
Ahora yo acariciaré a mi alto sacerdote sobre el lecho,
Acariciaré al fiel pastor Dumuzi,
Acariciaré su cintura, la pastoría de la tierra,
Le decretaré un dulce destino.”

( algunos, pocos, versos de la Exaltación de Inanna)





Sir Leonard Woolley y algunas de las liras-toro halladas entre 1922 y 1934, en las Tumbas Reales de Ur (ca. 2500 a.C.), época en la que vivió Enheduanna.





 Lira toro expuesta en el British Museum © British Museum.




Detalle de la cabeza de toro que adorna este instrumento cordófono.© British Museum.


Lira toro representada en el Estandarte de Ur. British Museum



Unos mil años después, se hallaron las tablillas de la biblioteca del palacio real de Ugarit, en la costa de la actual Siria , y con ella se recuperaron los sonidos de las arpas y cantos, curiosamente en lengua hurrita (propia del área de la antigua acadia) del "Himno nº 6" (1400 a.C.), dedicado a la diosa Nikkal, de la que les ofrezco una interpretación musical, por Michel Levy.






Y esta otra versión del prestigioso investigador Richard Dumbrill, que ha seguido el modo melódico denominado 'maqam', típico de la música próximo-oriental.





¡ Que tengan una feliz Semana!





Fuentes:

Anne Baring,Jules Cashford; 2005: El mito de la diosa: evolución de una imagen. Ed. Siruela.

pdf. Pincha aquí

Clara Janés: Guardar la casa, cerrar la boca

Enheduanna, la primera escritora de la Historia

Inanna Reina del Cielo y de la Tierra
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martes, 3 de marzo de 2015

El Castro Sumergido. El Castillo de de Manzanal de Abajo (Zamora)



Reconstrucción de un castro para acompañar la introducción al castro de Manzanal de Abajo.
Se trata del de Baroña, Galicia, España,
 Ilustración en : https://wiccaterranostra.wordpress.com/naciones-celtas.../




" Allá en el fondo, todas las palabras que dijimos y de las cuales ya no guardamos recuerdo, duermen bajo las aguas. ...Todo duerme allí, en ese fondo. "

Carmen Kurtz 



En 1985 se había puesto en marcha una campaña de prospecciones arqueológicas como consecuencia de la existencia de un proyecto de construcción del embalse de Valparaíso. El recorrido sistemático del territorio que sería anegado por el embalse, arrojó como resultado el reconocimiento de un nuevo enclave: un castro de la Edad del Hierro conocido como El Castillo, en la localidad de Manzanal de Abajo, Zamora.
En 1986 empezó la excavación arqueológica del lugar y pronto se me ofreció la posibilidad de hacerme cargo del trabajo como directora, iniciando así un camino cuyo objetivo final hubiera sido una tesis doctoral, truncada, desgraciadamente.
Dar cuenta de todas las anécdotas maravillosas que vivimos en Manzanal, dan para un libro y no es el caso, aunque permanecerán en la memoria de la que les escribe para siempre y harán que la boca se me curve en una enorme sonrisa.
En 1988, sólo tres años después de su descubrimiento, el castro se sumergió en el centro de las aguas, quien sabe si para siempre.
Por primera vez se llevaba a cabo, en el centro de la cuenca del Duero, un trabajo arqueológico de carácter preventivo financiado en el marco del proyecto de una gran obra pública.
Estas líneas quiero dedicarlas a todos mis compañeros y amigos, que participaron y alentaron el trabajo en Manzanal, a los técnicos y laboratorios que se encargaron de hacer las analíticas y a los orientadores y supervisores de mi trabajo, de los que daré debida cuenta en una ficha técnica muy meritoria.






Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el Castillo de Manzanal de Abajo, desde su reconocimiento en el año 1985 hasta 1999, permitieron, como dije hace un momento, el hallazgo y posterior estudio de un poblado fortificado de la Edad del Hierro adscrito a lo que se ha venido denominando "Foco castreño de Zamora noroccidental", íntimamente ligado al horizonte cultural de los habitats de la I Edad del Hierro del centro de la Cuenca del Duero.

Este yacimiento arqueológico se encuentra en el término municipal de Villardeciervos,a 1 km escaso de la localidad de Manzanal de Abajo, en dirección noreste.



           




Su emplazamiento, como cabía esperar, no es casual, sino que responde a unas condiciones naturales estratégicas, al hallarse en la confluencia del arroyo Valdalla con el río Tera, sobre la parte alta de un promontorio, de modo que quedaba asegurada la defensa de sus ya abruptas pendientes sobre los cursos fluviales.




Plano topográfico del castro de Manzanal realizado por Excar




Plano anterior con interpretación de la muralla, foso y campo de piedras hincadas y localización del área de excavación arqueológica 

El abastecimiento de agua, la existencia de fértiles fondos, de pastos y de bosques y la posibilidad de obtener piedra para realizar construcciones perdurables, completaban la idoneidad para el desarrollo de un poblado. además, los valles garantizaban una perfecta comunicación y un control del paso hacia la cabecera de los valles.
La superficie del recinto, de una hectárea aproximadamente, lo incluye entre los castros mas pequeños conocidos en este territorio, para los que se estimaría una población máxima en torno a 160-200 habitantes.
Los trabajos de excavación arqueológica se centraron en una zona situada en el sector suroeste del castro reconociéndose inmediatamente una intensa y prolongada ocupación. 
De forma previa a la ocupación del espacio por el castro de nueva planta, este lugar fue frecuentado como un probable lugar de caza. A la Edad del Bronce correspondería una punta de flecha o de jabalina de cobre hallada entre las grietas de la roca.
Una primera fase del poblado de la Edad del Hierro está bien representada por la instalación de un complejo sistema defensivo compuesto por muralla, foso y campo de piedras hincadas, así como la construcción de una vivienda aneja, de la nos quedaba un pavimento de arcilla y los hoyos de dos pies derechos que soportarían la cubierta. A estos primeros compases de la vida castreña corresponden, también, varios fragmentos de la parrilla de un horno.
Todo ello ocurrió hacia el 580 a C., es decir en torno al cambio entre el siglo VII y el VI a C.
La muralla describe un trazado ovalado encerrando el poblado como una auténtica acrópolis. Este recinto, en su recorrido, describe ascensos y descensos, se apoya en crestones rocosos, en  un afán de adaptarse al terreno y aprovechar estos accidentes naturales.


Paramento exterior de la muralla con piedra en seco bien careada

En la zona excavada la muralla, conservada en algo mas de 1 m de altura y 2,30 de anchura, se compone de bloques de piedra irregular dispuestos a hueso ofreciendo al exterior un paramento mas cuidado. Un relleno de bloques ordenados engarzaba los lienzos externo e interno. Esta solidez hacía innecesaria la cimentación en zanja, habiéndose situado la muralla directamente dispuesta sobre la roca.



Fotografía sobre la zanja de excavación de la muralla.  Se aprecia el paramento interior, menos homogéneo que el exterior, tal vez debido al desplazamiento de la muralla por el empuje de los sedimentos. Al exterior, la caída hacia el foso. 


Avanzado el tiempo, esta muralla pétrea colapsó en altura, no fue levantada de nuevo, fabricándose, sobre aquella, un terraplén artificial cuya función fuera tal vez mas constructiva que defensiva.
El resto de las estructuras defensivas artificiales del poblado vienen a reforzar los sectores mas vulnerables, concentrándose hacia el suroeste, precisamente el punto de contacto con otras alturas.
Así, delante de la muralla, fue excavado en la roca un foso de unos 3 m de anchura, de cuya profundidad no podemos dar cuenta ya que no fue excavado en ningún caso. Precediéndole, se erigió un profuso campo de piedras hincadas que asoman entre 30 y 40 cm e impedían un ataque por sorpresa.

Un segundo momento viene representado por el desmantelamiento de una parte del alzado de la muralla y el levantamiento de un potente terraplén que sirvió de asiento a nuevas estructuras de habitación representada por cabañas, de las que tan solo conocemos sus fondos o pavimentos.

A la última fase de ocupación corresponde una vivienda de planta redondeada levantado sobre un zócalo de piedra. Esta vivienda muy probablemente fue levantada con entramado vegetal enlucido con barro, posteriormente pintado (con cinabrio y yeso -rojo y blanco-) y  una cubierta, igualmente vegetal, sobre vigas de madera. 



             

Vivienda de planta redondeada de la última fase de ocupación del castro


Recreación del aspecto de una vivienda de la fase plena de la Primera Edad del Hierro. 
Dibujo de Luis Repiso

La producción cerámica es realizada a mano y cocida en ambientes reductores correspondiéndose con una tipología muy típica de la fase  de desarrollo de la Primera Edad del Hierro: cuencos, ollas, orzas, copas sobre pies anulares, coladores o encellas, tinajas y tapaderas constituyen, con diferentes variantes el conjunto del castro.

En Manzanal uno de los fragmentos de tapadera se encontraba pintado en rojo, color conseguido con cinabrio.




Algunos de los ejemplos de la producción vascular en Manzanal de Abajo

En arcilla se fabricaron, también, fusayolas, evidencia del trabajo de hilado y fragmentos de crisol, que ponen sobre la pista de una metalurgia autóctona.
A pesar de que la presencia metálica es muy escasa, podemos decir que la muestra es fundamentalmente broncínea.
De la punta de flecha de cobre, que fue hallada entre las grietas de la roca de base, bajo el pavimento de la vivienda mas antigua conocida en el castro, podemos decir que responde a un tipo que se documenta entre 1650 a C y finales del II milenio a C. ¿Se trataba de una pieza perdida o tal vez pudo ser una antigüedad familiar ofrecida en un rito para levantar aquella primera vivienda?




Punta de flecha o jabalina que responde a una tipología de la Edad del Bronce

De los objetos metálicos utilizados en la vida cotidiana del castro tan solo conocemos un brazalete de bronce en forma de omega, una aguja incompleta, un fragmento de varilla hueca, un anzuelo, un fragmento de asa, un remate de fundición y poco mas.



Piezas metálicas de El Castillo

Como elemento exótico y único, se recuperó en el nivel superficial una cuenta de collar traslúcida de color azul.
Completan el elenco de cultura material un número significativo de molinos de granito y gneis, esferas (tal vez proyectiles de onda), pesas de red, piezas de sujección de cubiertas vegetales, percutores y algunos cristales de cuarzo naturales, para los que se propone un uso de adorno personal.



Punta de flecha de cobre junto a piezas líticas consideradas como pesas de red y piezas de sujección de cubiertas y la única cuenta de collar de pasta vítrea hallada en el poblado.

Sobre hueso, solo se reconoció un punzón fabricado  sobre metápodo de un ovicaprino.
Las gentes que habitaron Manzanal practicaban la ganadería de vacas, ovejas, cabras, équidos y cerdos y cazaban ciervo.
Además de la carne, obtenían, de algunos de aquellos, leche y derivados, y materia prima para la fabricación de utillaje como los punzones.
Los animales sacrificados eran jóvenes y subadultos, tal vez  por que se practicaban matanzas periódicas, que estabilizaban la cabaña castreña, dejando sólo algunos individuos para el intercambio y comercio con otros poblados y para la regeneración de los rebaños.
Ovejas y cabras son las especies mas ampliamente representadas y debieron suponer un importante aporte cárnico, de piel, lana y productos derivados, atestiguados también por la presencia de fragmentos de colador o encella.
Una importancia similar alcanzó la cabaña bovina, mientras que el cerdo, del que es imposible hacer una adscripción doméstica o salvaje, está escasamente representado.
Los caballos debieron ser aprovechados como animal de carga y tiro, pues no ha sido advertido rastro alguno de descuartizamiento ni cortes.
Respecto a las especies salvajes, claramente se identifica el ciervo como especie cinegética principal, seguida de la pesca, avalada por el anzuelo y las pesas de red.
Sabemos que los habitantes del castro de Manzanal debieron acudir a circuitos comerciales para proveerse de materiales no autóctonos: pizarras, colorantes (cinabrio, yeso y óxido de hierro), minerales como el hierro, el cobre, estaño y plomo, cristales de cuarzo, la cuenta de collar de pasta vítrea, arcillas y barros depurados debieron ser objeto de intercambio o compra.

En definitiva, el yacimiento reunía todas las características de un poblado castreño, uniendo a una situación natural innegable, la construcción de un complejo sistema de fortificación adscrito a la Primera Edad del Hierro.
Sus habitantes practicaban una economía ganadera basada en los bóvidos y bovinos sobre otras especies, completada con la caza del ciervo y la pesca en los ríos. Realizaban, igualmente, actividades metalúrgica y alfarera, fabricaban tejidos y practicaban una agricultura modesta, todas ellas de tipo local con intercambios de excedentes con, al menos, comunidades próximas.
Sus orígenes se remontan a los inicios del siglo VI a C., contándose con una datación radiocarbónica del 580 +-60 a C. y todo apunta a que su vida fue larga, habiéndose llevado a cabo remodelaciones hasta su abandono, entre los siglos III y II a C. 
La arquitectura del castro se caracteriza por el uso de materiales locales: piedras y entramado vegetal manteado con barro.
En definitiva toda su cultura material se corresponde con la de los grupos de la Primera Edad del Hierro en su fase plena, faltando evidencias del origen de esta nueva etapa cultural así como de sus necrópolis.

El estudio de este yacimiento fue posible gracias a la realización de un exhaustivo trabajo de campo a lo largo de una campaña de prospección arqueológica, en 1985, seguida de tres campañas sucesivas de excavación arqueológica que se realizaron entre los años 1986 y 1988, así como el trabajo de los laboratorios analíticos, en 1989.
El yacimiento arqueológico de El Castillo fue anegado completamente por las aguas del embalse de Valparaiso entre marzo y abril del año 1988, bajo las que duerme a unos 12 m de profundidad. 
Durante tres años constituyó el objeto de un estudio personal hallándose incluido en mi proyecto de tesis doctoral, que jamás fue concluida.
En el proyecto de investigación del Castillo de Manzanal hubo un equipo maravilloso de arqueólogos, amigos, químicos, geólogos, topógrafos, biólogos y profesores. A todos ellos van dedicadas estas líneas-


. Arqueólogos: 

. Dirección: J. del Val Recio (campañas arqueológicas 1985 y 1986), Consuelo Escribano (1986-1988)
. Equipo: Angel Palomino, Julian Santos, Javi Sanz, Marta E. Martínez, Jorge Santiago, Quique Santamaría, M.E. Martínez, José Luis Hoyas, Juan Carlos Iglesias, Manu Moratinos, Eduardo Cristóbal, JHosé Antonio Rodríguez, Ana Viñé, Belén Saquero, L. C. Sanmiguel, M. Carro, Luis Juan, Lola, D. Teodoro, Emilio.
. Análisis metalográficos: Salvador Rovira, Susana Consuegra e Ignacio Montero
. Análisis fauna: Juan Bellver
. Estudio geológico: Jesús Jordá
. Topografía: EXCAR
. Orientaciones y supervisión: Germán Delibes de Castro y Angel Esparza Arroyo.



Fotografía de la primavera de 1988. En primer término, parte del equipo arqueológico bajo mi dirección al final del trabajo arqueológico, situados en la cota final prevista de embalse. Detrás, se observa el proceso con la zona mas alta del castro del Castillo de Manzanal aún visible.


Embalse de Valparaiso y situación aproximada del castro pintada en el agua.



Acompaño esta entrada del blog con la magnífica charla del profesor Esparza sobre los castros del noroeste zamorano, inserto en un encuentro científico celebrado en 2011 en la Universidad de Vigo, para los que deseen ampliar conocimientos sobre este interesante y singular mundo castreño. 







Fuentes:

Escribano Velasco, C. (1990): Contribución al estudio de la Edad del Hierro en el occidente de Zamora y su relación con el horizonte del Soto de Medinilla: “El Castillo”, Manzanal de Abajo (Zamora). Anuario
1990, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Zamora: 211-263.



¡Feliz semana!